Cuentos de la selva

by Apega

Foto : Apega

Desde el día que devolví las llaves del departamento a mi locatario para salir de viaje, este blog significa para mí un reflejo de mi aventura , de los pensamientos que me despierta esta vida nómada que estamos llevando y del deseo de vivir en movimiento tanto tiempo como nos sea posible. Escribo sin orden y por supuesto sin calendario, pero con muchas ganas de compartir y en lo posible de alentar a otros a realizar sus propios sueños (que no necesariamente tiene que ser viajar).

Estoy en una ciudad de esas por las que pasamos solo para llegar a otro lado, después de casi 6 meses sin una conexión decente a internet estoy subiendo fotos, chateando con amigos, escribiéndome con mi familia, mirando películas con el postre apoyado en el teclado que a su vez está sobre mi panza, y leyendo todo lo que no pude leer en este tiempo: Racing salió campeón otra vez?!?!?! Y yo que pensaba que eso se daba cada muchísimo tiempo.

Aprovechando esta nueva oportunidad de esparcimiento ciberespacial quiero escribir sobre estos meses en el Amazonas. No voy a escribir sobre sus ciudades o rutas para recorrer, tampoco voy a escribir sobre las plantas y bebidas medicinales que inundan la región y que estuvimos experimentando. Voy a soltar algunas palabras sobre asuntos mundanos, sobre esas cosas que se repetían en el cotidiano y que disfruté, así como disfrutaba baldear el patio con mi abuela cuando vivía en Buenos Aires.

selva amazónica

De camino a casa: ¿Era por acá?

Fué en Junio que entrabamos a la región amazónica, estábamos radiantes y no solo de felicidad sino también por el brillo de la transpiración en nuestros rostros. Llegamos a la casa de nuestro anfitrión de CouchSurfing, Fabrice, que era de Suiza y había elegido armar su vida en Moyobamba (Perú) dónde hay más orquídeas que pasto. Se dedicaba al periodismo y más específicamente a la recopilación e investigación de las plantas medicinales de la región. Recuerdo que hablamos de muchas cosas y fue él quien primero nos orientó y acercó a este mundo lleno de misterios, chamanismo y brujería. Disfruté mucho hablar sobre las plantas porque hacía rato que estábamos probando y comparando la efectividad de tratarse con plantas en vez de con medicamentos, al principio por comodidad ya que muchas veces no teníamos una farmacia cerca, pero después por pura convicción.

Cuando llegamos a Tarapoto, el cambio de ecosistema fue notorio, plantas y especies animales habían mudado. Pasamos de la yunga a la selva amazónica casi sin darnos cuenta, si no fuera por los vómitos y mareos de los descensos, ni nos enterábamos. Disfruto muchísimo estar en la naturaleza. Nací en una ciudad y el contacto con la naturaleza era escaso y esporádico pero siempre añorado. Ahora, despertarme con picaduras de andá saber qué, o entrar a una ducha y encontrarme con una serpiente fueron cosas que no pedí pero vinieron en el paquete. ¿Querías selva? Toma!
Voy a confesar que al principio la idea de convivir con esos reptiles me desagradaba hasta el espanto pero luego ese miedo se esfumó. Un día ví a una comiéndose una ranita y me sentía dentro de un documental de National Geographic.

tipi-interior

nuestra carpa adentro de un tipi

Lo que me gusta de la selva es que la vida está en constante crecimiento, después de ver las consecuencias de la fiebre del caucho y los «regalitos» que deja la deforestación -que no solo es para producir madera sino cómo dice Jeremy Rifkin: «Estamos destruyendo el Amazonas para alimentar vacas»- , chocarme con la selva me llenó de esperanza. Se puede sentir como de forma imperceptible pero sin ningún descanso la naturaleza también empuja para ganar terreno sobre el globo. Nos obliga a estar atentos, a ser cautelosos, a pensar antes de hacer y a tomar conciencia. Nos pone de rodillas y nos obliga adaptarnos a ella. Y parece una pavada pero redescubrir nuestro límite como humanidad, entender la escala de nuestra insignificancia, comprender lo prescindibles que en realidad somos me llenó de optimismo.

insectos de la selva amazónica

la naturaleza de la selva…

selva amazónica

…crece y crece y crece.

El ecosistema más familiar para mí cuando salía de la ciudad eran los bosques patagónicos, parte de mi familia vive por allá y era mi segundo hogar. Los traigo a colación porque a menudo los recordaba cuando estaba en la selva. Los bosques te invitan a recorrerlos, son aireados y silenciosos, si te perdés basta con no desesperarse y esperar a que te encuentren. La naturaleza de la selva es más agresiva, ruidosa, su aroma es pesado, húmedo, denso, hay mucha vida pero también mucha muerte. No invita, obliga. Si te perdés sos un potencial alimento, te tenés que esconder, ser sigiloso. Los nativos siempre caminan con una lanza, los lugareños con sus machetes. La selva te doblega siempre, como el mar, no podés ir en contra sino acompañar su ritmo. Ahora para mi, miedo no es Constitución a la noche, miedo es estar en la selva y perder al guía de vista.

guía amazonense

Nuestro guía: Todos son Tarzán menos yo.

Otra vivencia de la selva fue cruzarla en barco, moverme sobre el río inmenso me hizo tomar conciencia de la longevidad del viaje, de que el tiempo pasa y este es lo más valioso que tenemos en la vida. A veces lo regalamos o malgastamos en actividades o personas que no nos llenan en absoluto sólo porque este es intangible. Reservamos para más adelante el bien espiritual y para aquí y ahora solo lo que “debemos” hacer ¿Quién nos garantiza una vida larga? No podemos empezar a vivir más adelante, bah, no deberíamos reservarnos lo mejor para el final. A mi humilde parecer, el cuento de la cigarra y la hormiga apesta.

siesta en el río

Siesta en el río

 

Entretenido con las visitadoras de Vargas Llosa

Nosotros viajamos lento porque nos gusta vivir en algunos lugares y disfrutarlos a su ritmo y armar una rutina momentánea. A veces pienso que somos más diseñadores que van atrás de la inspiración que viajeros que recorren el globo. Pero no siempre pudimos diseñar. A medida que la selva fue creciendo la conexión de internet fue decayendo, al punto que yo directamente me tomé unas vacaciones de la compu. Adjuntar un archivo se convirtió en una tarea titánica y desistí. Aproveché para retomar la ilustración en acuarela que era algo que la facultad había pulido tanto que la terminó por desaparecer. Comencé vendiendo estas ilustraciones en Manaus y me sorprendió que fuera tan fácil vivir de ellas.  Cuando llegué a Alter do Chao dejé de conseguir el papel que estaba necesitando para mis pinturas e improvisé otro mini-micro emprendimiento que no fue tan exitoso pero tampoco necesitábamos trabajar demasiado en este lugar porque vivíamos en una comunidad que nos permitía desligarnos del consumo de alimentos artificiales y productos prescindibles. La selva te dá todo, uno puede aislarse allá adentro. 

Aquellos días fueron momentos de mucha introspección guiada por plantas medicinales y un grupo de personas que me dieron más de lo que yo les di a ellos. Los niveles de concentración que logré en esos días fueron anormales, anormales para mí que lo normal es la dispersión. En la Amazonía nosotros perdimos las ambiciones de kilómetros e itinerarios y asumimos vivir en un no-lugar. Nos quitamos la etiqueta de viajeros y nos dedicamos a leer libros de la región, a escuchar de los abuelos cuentos y leyendas como la del boto o la shushupe, a falar portugués y a cocinar platos típicos como el tacacá o paõ de queijo. Incluso, dediqué varias tardes a tocar la guitarra hasta que se la tuve que devolver a su dueño.

También hubieron días que volvía a mi casa con el pensamiento, días que miraba nuestras fotos viviendo en Almagro o compartiendo tiempo con nuestros amigos y el amazonas te perdona estas infidelidades del pensamiento. Sus pueblos no están en pose ni buscan acaparar la atención como nenas caprichosas. No hay romas, ni parises. En el amazonas hay pueblos que se visitan por sorpresa, caseríos que luchan por no ser devorados por la selva.

A la vera del río

pueblitos que crecen a la vera del río

Me hacía feliz caminar por la vera del río, encontrando lugares para interpretar con mis pinceles, o dormir la siesta sobre mi hamaca en medio del mato. Creo que me enamoré de Gustavo aún más cuando lo encontré riéndose de mi letargo. También era feliz tirada con él en la playa, acariciándonos para entretener a la vida. Pero toda pausa necesita también su actividad.

Y acá aparece Bárbara, una amiga que hace trapecio y destrezas físicas desde que tiene memoria, nos invitó a improvisar unas clases de yoga. Ella, es una religiosa del cuerpo que amanece para hacer estiramientos de los más sofisticados y se alimenta de potajes de sabor dudoso pero con certeza sanos. Hasta las clases de yoga nosotros la seguíamos. Todas las mañanas a las seis y media empezaban las prácticas que lograron cosas que bajo ningún concepto imaginé iban a suceder, como verlo a Gustavo pararse de manos como un palito todos los días o escucharlo decir que disfrutaba hacer esos ejercicios.

yoga en la selva

Practicando yoga en Suchinche

Conseguimos generar rutinas que fueron mutando, abriendo y cerrando ciclos. Y así soy feliz, en contacto con esta naturaleza que cambia a cada paso que damos, con estos pies que ahora no pisan más los suelos húmedos de la selva sino la deshidratada arena de la playa. Pude encarnar los ciclos como parte de mi vida. Reconocerlos y acompañarlos para tratar de exprimirlos para mi propio bienestar y para no perder la calma cuando me toca estar debajo de la ola tragando agua y no en la cresta surfeándola.

Atardecer en el amazonas

Atardecer en el amazonas

Y ya que estamos en estos últimos párrafos y me estás acompañando, puedo contarte nimiedades más oscuras, como que desarrolle una actitud bastante despreciable porque vivir en el extranjero también te sirve para cosas así, por ejemplo para quejarte y para exagerar. Yo me quejo mucho de todo lo malo del extranjero, y exagero mucho todo lo bueno de la Argentina.

Vivir viajando es hermoso y puede resultar enriquecedor pero no deja de ser una forma de vida como la de cualquier otra persona.  Por más lados oscuros o corrientes que haya, para mí todo esto vale la pena.Creo que lo difícil es encontrar lo que a uno realmente le gusta y después animarse a realizarlo. Porque no existe una forma correcta de realizar nuestros sueños, existe una única forma para cada uno de nosotros.

7 comentarios en “Cuentos de la selva

  1. Que maravillosa experiencia, hace dos dias le comentaba a mis primos en California de lo que significa ser «viajero» y que los conoci a Uds, antes de que empredieran el viaje hacia la selva. Tu relato me ha emocianado hasta las lágrimas. Cuidense muchachos y sigan siendo felices!!!

    • Gracias Germán! que alegría que te haya gustado. Estas cosas nos acercan aunque estemos tan lejos, compartir a la distancia no es lo mismo que desayunar por horas pero ayuda jajaja. Te mando un abrazo grande!

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